Juancho pidió una pizza con aceitunas y el encargado nos dijo: “La pizza de los músicos no lleva aceitunas”. Con la misma Juancho le respondió: “Sabes cómo es la vaina? Hoy no hay banda”.
Fue la última vez que tocamos en Pida Pizza en Las Mercedes. Mejor dicho, esa noche no tocamos.
Es parte del oficio. Hacerse respetar en un país donde nadie respeta a nadie. Lo mismo seguramente vivieron músicos como Pedro Castillo, Alvaro Falcón, Alexis Peña y nuestra querida Elisa Rego que también fue cantante en una banda de covers. Músicos con más trayectoria y más establecidos que nosotros. Sin embargo, el maltrato era igual para todos. A veces el encargado del local era un infeliz. Y también había que lidiar con empresarios miserables. En fin.
A Juancho, Rafa Gómez y a Pablo Bencid los conocí en Ars Nova, la escuela de María Eugenia Atilano, en la Florida. María Eugenia y varios profesores se aseguraron de transmitirnos mucha disciplina. Logramos armar un set con canciones de Prince, Bob Marley, Lenny Kravitz, Black Crows y Pearl Jam entre otros. Rafa y Juancho se ocupaban de cantar y preparar los solos de guitarra.
Pablo en la batería y yo en el bajo. Todos hacíamos coros.
El circuito eran esos bares y restaurantes de las Mercedes. Pida Pizza, Mister Ribs, Dallas y también Weekends en Altamira. Los instrumentos salían de los locales cubiertos de aceite, pollo frito, alitas y cuanta vaina había en el menú. Todos los bares cambiaban de nombre. Así como también el país cambió de nombre. En un supuesto intento por mejorar, a todo se le cambiaba el nombre.
Nosotros éramos Big Tiger. Tuvimos la desfachatez de usar ese nombre porque era un tigre. Un tigre muy serio y ayudaba a poner plata en el bolsillo. Hasta servía para reparar el carro. Y ciertamente, ayudaba a pulirse en el oficio. En esos días no faltaba algún borracho insolente con ganas de cantar “Ciudad de la Furia” y otras de Soda. Había que dominar el carácter. Era casi un ejercicio espiritual. Por otro lado, creo que logramos un sonido decente porque aparecían algunos fans y groupies.
A la música hay que dedicarle horas y más horas. Todos lo sabemos.
Los dueños de locales y empresarios no piensan en esto. Ni por accidente. No se les ocurre. Ignoran la dedicación de los músicos. Cuidamos nuestros instrumentos, estudiamos escalas y arpegios. Y preparamos un repertorio para luego oír: “La pizza de los músicos no lleva aceitunas”. Rgación...