martes, 29 de abril de 2014

Pizza sin aceitunas


Juancho pidió una pizza con aceitunas y el encargado nos dijo: “La pizza de los músicos no lleva aceitunas”. Con la misma Juancho le respondió: “Sabes cómo es la vaina? Hoy no hay banda”. 

Fue la última vez que tocamos en Pida Pizza en Las Mercedes. Mejor dicho, esa noche no tocamos. 
Es parte del oficio. Hacerse respetar en un país donde nadie respeta a nadie. Lo mismo seguramente vivieron músicos como Pedro Castillo, Alvaro Falcón, Alexis Peña y nuestra querida Elisa Rego que también fue cantante en una banda de covers. Músicos con más trayectoria y más establecidos que nosotros. Sin embargo, el maltrato era igual para todos. A veces el encargado del local era un infeliz. Y también había que lidiar con empresarios miserables. En fin. 

A Juancho, Rafa Gómez y a Pablo Bencid los conocí en Ars Nova, la escuela de María Eugenia Atilano, en la Florida. María Eugenia y varios profesores se aseguraron de transmitirnos mucha disciplina. Logramos armar un set con canciones de Prince, Bob Marley, Lenny Kravitz, Black Crows y Pearl Jam entre otros. Rafa y Juancho se ocupaban de cantar y preparar los solos de guitarra. 
Pablo en la batería y yo en el bajo. Todos hacíamos coros. 

El circuito eran esos bares y restaurantes de las Mercedes. Pida Pizza, Mister Ribs, Dallas y también Weekends en Altamira. Los instrumentos salían de los locales cubiertos de aceite, pollo frito, alitas y cuanta vaina había en el menú. Todos los bares cambiaban de nombre. Así como también el país cambió de nombre. En un supuesto intento por mejorar, a todo se le cambiaba el nombre.

Nosotros éramos Big Tiger. Tuvimos la desfachatez de usar ese nombre porque era un tigre. Un tigre muy serio y ayudaba a poner plata en el bolsillo. Hasta servía para reparar el carro. Y ciertamente, ayudaba a pulirse en el oficio. En esos días no faltaba algún borracho insolente con ganas de cantar “Ciudad de la Furia” y otras de Soda. Había que dominar el carácter. Era casi un ejercicio espiritual. Por otro lado, creo que logramos un sonido decente porque aparecían algunos fans y groupies

A la música hay que dedicarle horas y más horas. Todos lo sabemos. 

Los dueños de locales y empresarios no piensan en esto. Ni por accidente. No se les ocurre. Ignoran la dedicación de los músicos. Cuidamos nuestros instrumentos, estudiamos escalas y arpegios. Y preparamos un repertorio para luego oír: “La pizza de los músicos no lleva aceitunas”. Rgación...





lunes, 28 de abril de 2014

Subtítulos

Fui con Cayayo a una entrevista en la Mega para hablar sobre la segunda tanda de Miércoles Insólitos. Fue en noviembre de 1999. Luego lo dejé en su casa y me fui a dormir. 

Al día siguiente me llamó Gustavo y me dijo que estaba en la Clínica Ávila. Luego de colgar,
bajé a la calle a beber agua y todo me parecía ajeno. Como si nada de esto estuviera ocurriendo en realidad. 

Nacho me vio llorando. Me dio un abrazo y me dijo: “Sé que Cayayo era tu hermano”. 
Luego en el cementerio, también Neil me dio un abrazo y me dijo que Cayayo estaba bien. 
Que me calmara un poco. 

Recientemente me he encontrado con esta frase: “El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional”. 

Ese día todos sentimos mucho dolor. Especialmente su familia cercana, su mamá y Selina. 

Su ausencia me afectó en ese momento y durante mucho tiempo. Aún lo extraño.
Uno no supera esas cosas. De alguna manera aprendemos a vivir sin los que se han ido.

Ahora puedo ver que mi sufrimiento era una mezcla de varias cosas. Era frustración por no haber sido mejor amigo y haber conversado más con Cayayo. Sin juzgarlo. Debí ser más incondicional con él y aceptarlo como era. Era un super pana y siempre estaba feliz. 


Un tiempo antes, habíamos ido con los Pacífica a tocar a Coro. Nos enviaron un microbús para todos los músicos y técnicos. Tocamos en un bar en Punto Fijo y en club familiar para empleados de la industria del gas. Por la carretera iba todo el mundo oyendo los cuentos del Conejo y de Claudio Leoni.

La pasamos super bien y fue un viaje maravilloso. Siempre es bueno agarrar carretera con otra banda. 


En la iglesia


Para mi sorpresa, se estaba realizando un bautizo. 

Eran entre las 8:30 y 9am. Entré a la iglesia y me senté a unos treinta metros del cura y la sacristía. Creo que sólo se encontraban presentes los papás del niño y los abuelos. También los padrinos estaban ahí.  

Entré en mi personaje. Me puse de rodillas y empecé a rezar. En mi cabeza había un plan perverso y quería impresionar a mis nuevos amigos. Esto sería una manera de lograr más aceptación y demostrar que estaba dispuesto a cualquier cosa.

Nadie podía sospechar. Llevaba puesto el uniforme con el emblema del colegio. Estaba en segundo año. Apenas terminaron de bautizar al niño, los padres y familiares empezaron a caminar hacia la salida de la iglesia que da para una terraza y de ahí bajan unas escaleras hacia la calle. Esa es la salida posterior. Y la iglesia debe tener unos doscientos metros de largo desde la sacristía hasta esa puerta. Vi que el cura y su monaguillo se retiraban a la sacristía. 

Me puse de pie, fui al lugar que ocupan los músicos y me dispuse a cargar con el amplificador de guitarra. Para mi sorpresa, el Peavey pesaba una tonelada. Era de esos amplis con dos speakers de 12 pulgadas y pude ver el tamaño de los magnetos. 

Para ese entonces yo ni pensaba en hacer ejercicio. Sería un milagro cargar ese ampli y salir de ahí. Lo levanté con mucho esfuerzo y empecé a caminar hacia la salida posterior. 

Alcancé a la familia y ni voltearon a mirarme. Pensarían que se trataba de algún estudiante con su amplificador de guitarra. O quizás no pensaron nada. 

El cura y el monaguillo jamás me vieron. Nadie sospechaba de mí. Salí a la terraza y bajé las escaleras hacia la calle. Crucé la avenida San Juan Bosco en dirección hacia el colegio María Auxiliadora. Donde me esperaba otro milagro. 

Por esa calle transita poca gente a esa hora. Es una calle que bordea una plaza y me lleva a la cuarta avenida. Llegué a la esquina y pude ver que venía pasando una camioneta del vivero que está en la parte sur del colegio Maria Auxiliadora. Los jardineros vieron el esfuerzo que estaba haciendo y con una sonrisa ofrecieron llevarme. 


Me senté con ellos en la parte posterior y me dejaron una calle más arriba, en la séptima transversal. “Gracias”, les dije. 

Ahí bajé de la camioneta y empecé a caminar ya sin aliento a casa de Miguel. Sabía que podía contar con su ayuda. 
Años después me arrepentiría de esto y llevaría de manera anónima un ampli de bajo para la iglesia. Nunca me confesé. Sólo el Creador conoce mis pecados.  



viernes, 25 de abril de 2014

Veneno

Creo que a todos nos dieron un veneno. Veneno traído de Cuba. Lo que produce es una gran ceguera. Y acaba con amistades, matrimonios, familias y países enteros. Y destruye la felicidad. 

Venezuela solía ser hasta hace algunos años un país feliz. 

Nos dio todo y nos sigue dando todo. Alguien contaminó nuestro suelo con hambre, desesperación y tristeza. 

Acabó también con nuestra moneda. El Bolívar ya no vale nada y prostituyeron su nombre. 

Ahora el mismo veneno acaba con la vida de venezolanos. La vida que es nuestro único tesoro. Lo único que tenemos para transitar este mundo y aprender los que nos toca aprender. 

Los venezolanos, especialmente los estudiantes, se enfrentan a un monstruo. Un ser humano sin alma. Incapaz de sentir compasión. Una momia viviente. Su nombre es Fidel Castro y vino a quedarse con todo. 

Esa momia acabó también con la felicidad de los cubanos. Ahora intenta quitarnos la felicidad y quitarnos la vida. Porque la vida sin felicidad no es vida. 

Maduro también bebió del veneno. Olvidó cuál es su país. Se olvidó de Venezuela y de todos. De su boca sólo salen las mentiras que Fidel sembró. 

Cada día que pasa los venezolanos vemos la miseria que nos rodea. Está pasando el efecto del veneno que nos tenía ciegos. 

Ojalá que sea pronto y que no se nos vaya la vida. Que Dios nos acompañe a recuperar nuestra felicidad. Nuestro país. Amén. 

Y tú, Maduro, show me the money. Wincho


Fasten your seatbelts.



En noviembre de 1986 subimos a un vuelo de Iberia para tocar en un primer encuentro de rock iberoamericano en Madrid. 

Nos seleccionaron (a los SM), para abrir el show de Charly García y el Ultimo de la Fila. 


Fuimos invitados por Miguel Ríos y Carlos Narea. Pronto nos tocaría aprender una lección para toda la vida. O varias. 


Nos esperaban ocho o nueve horas de vuelo acompañados de una comisión de Acción Democrática que se dirigía a Santa Cruz de Tenerife a inaugurar una biblioteca para rendir homenaje a Rómulo Gallegos. Eran los tiempos de Jaime Lusinchi y Blanca Ibáñez. 


Apenas abordamos, ya todo sonaba como ese merengue de Javier Dominguez "Curda y Perico". Puedo asegurarles que todos los miembros del partido que se encontraban abordo estaban completamente ebrios. Pude contar a unas cuarenta (40) personas.


Todos vestían un conjunto safari muy ochentoso. En color marrón, estilo funcionario público y sus respectivas insignias de AD. Luego empezaron a entonar el himno de su partido. 


Cayayo intentó en vano razonar con una señora sentada a nuestro lado y sin querer queriendo, la señora derramó su whisky sobre nosotros. 


La tripulación de Iberia se vio forzada a cerrar el bar y aún no habíamos despegado. 


Lo alarmante es que ya pasaron casi 30 años de este incidente. 


Un país completo no logra despegar. Y por alguna razón misteriosa seguimos contando con funcionarios públicos de escasa o ninguna calidad humana. 





Personal Jesus.






Aterrizamos en JFK para hacer un vídeo de Payaso en NY con ayuda de Juan Carlos. 

Calculo que fue en 1990 porque en el hotel siempre veíamos el vídeo de Personal Jesus de Depeche Mode. 

Me había distanciado del resto de la banda por diferencias que tuvimos mientras grabamos 
“Sin sombra no hay luz”.  

Me encontraba listo para abandonar. No me sentía feliz.
 
Alberto estaba estudiando en Berklee y había dejado la banda hacía poco. 
Sebas no tenía mucho tiempo con nosotros. En fin, muchos cambios. 

Erika Tucker fue con su equipo a entrevistarnos en NY. Venezolana de Televisión era un canal serio y bien establecido. Había producción de TV y de buena calidad. Muy decente. 

Al salir de JFK, nos esperaba una limo con flores para Helena. Rodven y Carlos Sánchez nos dieron tratamiento de estrellas. Pagaron por nuestra estadía. Una semana o más en el Washington Square Hotel. 

Luego supe que Hendrix había dormido en ese hotel en otra época. 

Y de alguna manera milagrosa logramos tocar una noche en el CBGB junto a una banda de reggae y unos metaleros que tocaban muy bien. 

Cuando uno tiene acceso a esa clase de vida a los 23 años de edad, el ego está muy presente y listo para colocar su trampa. Ahora tengo 46 y mi ego no deja de colocar trampas. 

Aún así, le doy las gracias por sacarme del camino. 





Cuando pierdo la fe en mí y en mis colegas, todo se derrumba. Nada que negociar. Al poco tiempo dejé la banda. “Vayan buscando un bajista”, le dije a todos y abandoné mi último ensayo con SM. 

martes, 22 de abril de 2014

Cinco niños

Hoy en la playa vi a una madre con cinco niños. El menor de unos cinco y la mayor de unos 14 o 15. 

Mamá en la playa con cinco chamos. Me hizo pensar en mi mamá que también se ocupó de cinco. Y aún lo hace. 

Quizás fui uno de los peores estudiantes en mi casa. Intenté varias veces abandonar el bachillerato. "Sólo quiero estudiar música", repetía como un verdadero malcriado. Un necio. 

Ella tuvo la lucidez de llevarme al conservatorio en el Paraíso. Me presentó a la directora Mercedes Rugeles. Me sentaron frente al piano y tuve que cantar algunas notas lo más afinado que pude. 

Alex Berti y René Álvarez, mis maestros de contrabajo me dieron mi primera lección, "en la música no hay atajos". 

Luego vi que algunos niños de once años ya leían música y preparaban sus primeros recitales como violinistas. Me sentí como un looser. Ya era bajista de Sentimiento Muerto y no sabía nada de nada. 

https://soundcloud.com/wincho-schafer/04-cumplean-os


lunes, 14 de abril de 2014

Surfing the waves



Ese bajo Fender me lo dejó Cayayo cuando decidió tomar la guitarra como instrumento principal.

Creo que se lo compró a un colega surfista que había pintado una playa con palmeras en el cuerpo del instrumento. Luego Cayayo colocó un stencil con figuras de ametralladoras y le echó a todo una mano de pintura en spray. Era su estilo en ese momento. 

Mucho tiempo después se lo llevé a Juan Pablo Álvarez y lo pintamos de color rojo Ferrari. Creo que ninguno de nosotros ha manejado un Ferrari. Simplemente, nos gustó ese color. 

Siempre lo llevé a reparar y calibrar al taller de mi querido Nicolás Volpe. Y lo usé hace poco para grabar unas canciones con ayuda de Carlos Imperatori, Fidel Goa, Mariana Serrano y el master Germán Landaeta. Sólo me queda darle gracias a mis amigos surfers

Love u all. W