domingo, 26 de octubre de 2014

Más luz, por favor.



Un día hablé con Rafa. Mi intención era dejar la banda. Sabía que ese ya no era el camino. Las cosas se pusieron difíciles para músicos, dueños de bares y promotores de eventos.                                  

La situación era precaria para un país entero. 
                                                    
El hampa asumió el control y la economía era algo incomprensible. Un país petrolero convertido en pueblo sin ley. Pobreza en todo lugar.   

Recuerdo un viaje que hicimos a Maracaibo para tocar en un bar.

En algún punto del trayecto empezó a llover y la visibilidad era muy mala. Habíamos dejado atrás esa refinería que se encuentra a la altura de Puerto Cabello. Uno esperaría que lugares como ese estuviesen más desarrollados y mejor iluminados. En todo sentido. En fin, continuamos por la carretera a oscuras y pinchamos un caucho. Nuestro chofer hizo lo que pudo y salimos de la carretera hacia un terreno. 

Nos apartamos de la carretera para no estar visibles. La norma para ese momento era ser asaltados y salir en la prensa al día siguiente. “Mataron a unos fulanos músicos”. Punto. Tuvimos suerte.

Rafa, Erik, Francesco y yo contábamos con linternas. El chofer tenía sus herramientas al día y un caucho de repuesto.

Sin perder un minuto nos dispusimos a estabilizar el transporte en un terreno irregular y a salir de ahí lo antes posible. La oscuridad era total.  Ni Luna ni estrellas.

Hicimos el show en Maracaibo donde pedí el total de la puerta al dueño del bar. Rafa y Erik solían ocuparse de reclamar los pagos. 

Es un oficio arriesgado hacer giras de bares en un país como Venezuela. Muchas bandas están buscando un mejor destino fuera de su país. O un circuito que los lleve a tocar en México, Colombia, Argentina y otros países. Por mi parte, tuve que abandonar Atkinson y buscar “Otra Realidad”. 

Los temas de Atkinson estaban cargados en buena parte de ira y frustración. Muchas de las letras intentaban ilustrar la tragedia del país y me agoté. La ira y la frustración me dejaron sin voz. 

                             
Mérida, San Cristóbal y Caracas una vez más. También agota ese desequilibrio emocional que causan las separaciones de bandas. Aún así, sólo queda continuar. Y muchas bandas continúan haciendo lo que deben hacer. Tener fe en sus canciones.


miércoles, 27 de agosto de 2014

Peace of mind



Una vez oí una canción de Depeche Mode llamada Suffer Well.

La primera frase dice algo así: “Where were you when I fell from grace? Frozen heart. 
An empty space. I found treasure, not where I thought. Peace of mind can’t be bought...”.
Y así continúa. 

Esa banda nos conecta con una forma de sentir muy peculiar. 
Claro, sólo si nuestro oído se presenta con la guardia baja y estamos dispuestos a entregarnos. 
Cada mente y cada corazón es un mundo. Todos sentimos de manera diferente. 
Y Depeche Mode es una banda muy especial.

Las canciones nos afectan a cada uno de manera distinta. Lo que intento decir es que quizás 
el mundo está muy tenso últimamente porque no nos permitimos sentir lo que ocurre 
en nuestro día a día. Sonrisas apresuradas y dale que no tengo tiempo.

Estamos casi siempre a la defensiva. Con la guardia en alto será difícil o imposible que algo pueda conmovernos. Con esta dureza de corazón no podremos sonreír cuando alguien 
se nos aproxime. Hemos aprendido a desconfiar.

Tenemos acceso a la inteligencia artificial y pasamos los días distraídos con nuestros apps,
mientras la intuición humana parece cada vez más atrofiada.

Una vez más, nada nos conmueve. Ni Depeche Mode, ni Bach, ni la franja de Gaza.

La próxima vez será mejor permitirse una lágrima de emoción o una sonrisa cuando se nos case alguien muy querido. O simplemente llorar cuando volvamos a sufrir otra gran pérdida.

Por alguna razón existe el Ave María. Está ahí para conmovernos. Una oración con música. 
Una canción para la madre de Dios. Nada más y nada menos.

Es preferible usar todas las opciones en el menú del ser humano. Alguien las puso ahí y están a nuestra disposición. Difícil y tedioso es explicar cómo nos sentimos. Y no debe ser un problema permitirnos sentir las cosas de una u otra manera. Sentir es una responsabilidad del ser humano.

Y si alguien se derrumba, siempre aparece alguna canción para darnos ánimo. 

Se los digo yo que siempre lloro en las despedidas. Un abrazo. Wincho 

jueves, 17 de julio de 2014

En la finca

Recuerdo una época muy feliz de la banda. Los fines de semana en la finca de los Troconis. 
Con Pablo, Alberto, Cayayo, Edgar y luego el Pingüino. 
Cargábamos los equipos en la camioneta de Alberto 
y el resto de nosotros se iba en el Maverick del Pingüi o con Pablo en su Malibú. 
Había que tomar la vía a Mariche y luego seguir una carretera que lleva a los Valles del Tuy. 
La finca estaba por ahí, muy cerca de Mariche. Era fácil pasarse la entrada.
Allá nos recibía el señor Andrés, que cuidaba la finca y la protegía de todo mal. 
Era un lugar muy tranquilo y apenas podía oírse el ruido de algún carro en la carretera. 
Esos paseos nos servían para escribir canciones y ensayar. 
Salir de Caracas siempre fue buena terapia. También era un rato para convivir. 
Cocinar, lavar platos, limpiar y ordenar un poco. Era una casa rústica con una especie de corredor amplio a la entrada que usábamos para instalar el equipo. Ampis de guitarra, bajo, batería 
y unas cornetas Altec para las voces. 
Un pequeño trabajo era montar y desmontar ese equipo. 
Y en ese momento era el mejor trabajo del mundo.  
En otras ocasiones, la finca era sitio perfecto para hacer unas fiestas alucinantes. 
Sin duda, fui el menos rumbero de la banda y aún así, la pasaba bien. 
Fueron buenos tiempos para nosotros. Esos paseos nos acercaban más a la música 
y brindaban solidez a la banda. 
Unos años antes, Cayayo me invitó a la finca con su familia. Estábamos estudiando juntos 
para un exámen de matemática. Yo estaba arrastrando esa materia de primer año 
y Cayayo me alcanzó. El bachillerato fue un laberinto para mí. En fin.
Al llegar a la finca, nos pusimos unas botas militares y fuimos a recorrer el terreno. Mi hermano mayor había estudiado en el liceo militar Monseñor Arias y tomé prestadas sus botas. Cayayo también consiguió unas. En la caminata perdimos el rumbo y decidimos volver por la carretera. Casi enseguida una patrulla se detuvo a interrogarnos. Al ver que no teníamos cédula, nos llevaron a la jefatura en Santa Lucía. Un pueblo a pocos kilómetros. 
No nos encerraron porque éramos menores de edad. Cayayo tenía unos 14 y yo 15 años. 
Ahí pasamos varias horas sentados en un banco mientras unos personajes sórdidos 
nos hacían propuestas obscenas desde un calabozo. La escena era espeluznante. 
Finalmente, llegó el viejo Humberto a rescatarnos en su Ford LTD azul. El papá de Cayayo era un señor con mucha determinación y en su casa sabía imponer disciplina. A mí lograba intimidarme con su voz. Esa vez nos llamó la atención y nos advirtió de los peligros de esa carretera. 
Fue sólo un regaño. 
Nos quedamos en silencio hasta llegar a la finca y nos pusimos a estudiar matemática. 
A pesar de nuestro encuentro con la policía local, era una placer visitar ese lugar 
y compartir un rato con los Troconis. Son todos muy especiales.  
Ciertamente, el viejo Humberto y Flor Troconis plantaron buenas semillas. 

Diez hermanos maravillosos. 

jueves, 5 de junio de 2014

Bullshit






No sé ustedes, pero al último presidente honesto 
que logro recordar es al Dr. Luis Herrera Campins. Que en paz descanse. 

Acerca de ese señor nunca oí chismes de secretarias privadas, ni amantes. Nunca se supo que tuviera apartamento en NY o en Madrid o en ningún otro lugar. Muchas veces pasé por enfrente de su casa en Sebucán. Ahí había un par de tipos que parecían guardias, armados cada uno con su pistola. Nunca les vi escopetas ni armamento sofisticado. En los muros de la casa no había cercado eléctrico.
Cero paranoia presidencial.

Al señor Luis Herrera se le notaba que era una persona sencilla 
sin actitudes de político estrella ni salvador de la Patria. 
No vi un titular en la prensa que cuestionara su honestidad. 
Sin embargo, todos hablábamos mal de él. 
“Ese es un bolsa”. “No ha hecho sino poner cagadas”. 
Eran los comentarios más comunes. Ciertamente, en su gestión se encontraban tipos 
como Vinicio Carrera. Eso es común en nuestra administración pública. 

Desde siempre, los venezolanos pretendemos saber más de política que los políticos. Creemos saber más de béisbol que los peloteros. Ipod en mano y ya sabemos más de música que Paul McCartney. Sabemos más de cine y de teatro que cualquier escritor de guiones. Y con un viaje corto a París, volvemos a casa dictando cátedra en gastronomía 
y diciendo que “esos franceses se creen una vaina y que son unos pajúos”. 

Estoy comenzando a creer que los pajúos somos nosotros. 
Nos pasamos la vida viendo 
qué hacen los demás para enseguida empezar a hablar paja. 

Es muy fácil esperar la próxima película para luego decir que fue una cagada. Venezolana o extranjera. Y hacer lo mismo con libros, música y cualquier otra cosa nacional o foránea. 

Algo podemos aprender del difunto Comandante Presidente. 
Era un experto hablador de paja. Hablaba mal de venezolanos y extranjeros. 
Cuando nos echamos paja unos a otros nos parecemos mucho a él. 

Chimbo, no? Digo yo. 

sábado, 31 de mayo de 2014

Fito en el Hilton


Fito, Tweety y Alejandro  llegaron a Caracas y se quedaron en el Hilton. 
La cosa no fluyó bien con Calamaro y preferimos trabajar con Fito. 

Ninguno de nosotros tenía nociones sobre producción musical. 
"Qué hacía un productor? Ni idea". 
Ellos venían de un festival en Berlín y Fito ya era un tipo reconocido. 

Tweety era su mano derecha 
en la música. 
Se notaba que lo ayudaba en todo.


Alejandro era su técnico de confianza. 

Todos estábamos muy ansiosos e inseguros. Sería la primera vez en un estudio 
para grabar un disco y aún nos faltaba mucha experiencia. 

Fito se sentaba en el piano cada vez que podía. 
Tweety se ocupaba de la consola y con Alejandro conectaban todo. 
Colocaban micrófonos y pasaban cables de un lado a otro. 

Un día hubo que abrir la consola y hacer limpieza. Lo mismo con un grabador de 24 canales. 
Esos de cinta. Ni Protools ni edición digital. A tocar lo mejor posible y luego vemos. 

Alberto, Fito y Tweety decidieron programar unas baterías. 
El tempo de la banda no estaba al giorno. 
Había que programar y eso cambiaría el sonido radicalmente. 
Todos entramos en pánico, pero nadie decía nada. Había que continuar. 

Sólo contábamos con tres semanas para grabar y mezclar.  
Rodven esperaba buenos resultados y nosotros también. 

Hoy en día uno va confiado al estudio, creyendo estar listo y nada. 
La música es difícil de manejar y éramos una novatos. 

Pablo cantó sus partes. Cayayo y Pingüino grabaron sus guitarras. Tuve que repetir varias veces 
mis líneas. Alberto, Tweety y Fito con un drum machine Yamaha. Fito grabó algunos teclados. 
Fue agotador. Hubo que hacer de todo para terminar ese disco. 

A veces me iba en bici de noche hasta el Hilton para juntarme con ellos. 
Hoy en día sería muy arriesgado. 

Cayayo y Alfredo Lois terminaron el arte y así nació El Amor Ya No Existe. 

Es una pena que ese título tenga tanta vigencia. 

miércoles, 28 de mayo de 2014

Music makes the people come together...




Qué sería de nosotros sin la música?

Ella nos brinda profunda satisfacción 
y es la mejor compañía.

Para algunos es un oficio de alto riesgo.
Algo así como el surf. Incierto.
Un día estás y luego ya no estás.

Si uno se descuida, la música empieza 
a ser cada vez más mediocre y vulgar
a nuestro alrededor.
Me ha pasado varias veces en diferentes bandas. 
Basta echar un vistazo por ahí. 

Tiene vida propia y trasciende nuestra existencia. Siempre seguirá sonando
la buena y la mala música.

La vida sería un desierto sin poder escucharla. 

Ella siempre podrá continuar sin nosotros.
Nosotros no podríamos hacerlo sin ella.

"Anda, chamo. Pon una canción.
En esa rocola no hay nada de Arjona".

domingo, 25 de mayo de 2014

Sweet Lemon Pie



I saw the world so many times
Trying to find some place new
In a corner of my heart 
I found you

I saw the light in your window
Then you answered the door
We both got the surprise
A child was born

Oh, sweet lemon pie...
If I ever lose my mind
We are not lost in this trouble
We still have our love

I always come back to you
In your arms I disappear
When you smile, you make me smile
Oh, that’s true

I saw the world so many times
Trying to find someone like you
In a corner of my heart I met you

Oh, sweet lemon pie...
If I ever close my eyes
We are not lost in this trouble
We still have our love

We are not lost in this battle
We still have our love

De la CVG al CBGB




Nunca pensé que alguna vez iría a tocar en el auditorio de Interalúmina en la CVG 
y mucho menos imaginé que años después tocaría con los SM en el CBGB. 

La verdad, ni pensé que iba a dedicarme a la música. Las cosas fueron sucediendo una tras otra cuando Cayayo me ofreció su bajo y me enseñó algunas canciones en un ensayo de SM. 
Me gustaba acompañarlos porque me parecía alucinante estar con unos panas 
que escribían sus propias canciones. 

Mis oídos no podían diferenciar si algo sonaba bien o mal. Eso no importaba. 
Luego descubrimos que sonar bien era tan importante como tener buenas canciones. 

En Interalúmica nos recibieron Luis Lares y su equipo. Era gente muy amable y espléndida. 
Nos llevaron a los trailers donde dormiríamos esos días. Estaban equipados con cocina, lavaplatos, lavadora, etc. Eran como una casa. Una especie de motorhome. 
Estas cosas lo impresionan a uno cuando aún estás en el colegio. 
Cayayo y yo estábamos muy chamos y creo que pocos 
o nadie en la banda había terminado el bachillerato. 

Ir a Puerto Ordáz era como estar en otro país. Todo en la CVG estaba muy organizado. 
Era una especie de Japón tropical con mucha humedad. La gente de allá muy amable y cálida. 
Realmente les gustaba recibir músicos. Y por supuesto, eso se veía en los shows. 
Al salir del auditorio, las niñas no paraban de corretear a Cayayo y a Pablo. 
Era muy cómico verlos huir de unas niñas de entre 15 y 17 años. 

Los primeros síntomas del síndrome pop star. A todos nos tocaría una buena dosis de eso. 

De Chacaíto al Paraíso.



Le dije a mi viejo que necesitaba un bajo y Cayayo estaba vendiendo una imitación de Fender. Made in China. Sólo me pedía 300 bolos por el bajo. Mi viejo me ayudó y compramos el bajo. 

Eso debió ocurrir en el año 82 y el bolívar era una moneda consistente. 
Cayayo usó ese bajo hasta comprarse un Fender Jazz Bass del año 67, luego tomó la guitarra como su instrumento principal.

Habría que estudiar música y ambos pedimos a nuestras familias que nos inscribieran en una escuela que se llamaba Cepromusic. Ahí recibimos algo de teoría y solfeo. Y las clases de bajo estaban a cargo de Danilo Aponte, un bajista muy reconocido. 

No sabía el periplo de escuelas de música que debería atravesar para llegar aquí. 
A descubrir años después que en la música lo que más me interesa son las canciones. 

Subía al metro en Chacaíto, bajaba en Capitolio y agarraba cualquier autobús al Paraíso. 
El metro era algo nuevo en Caracas y al principio pocos lo usaban. Fue por 1983. Al llegar al Paraíso me tocaba caminar al callejón Sanabria. Ahí estaba el Conservatorio de la Orquesta Nacional Juvenil. 

Conocí a mis maestros de contrabajo, Alex Berti y René Alvarez. 
La profesora Irina Kirchner, Edgar Saume y otros más que me enseñaron muchas cosas. 
Me ayudó mucho la profesora Mercedes Rugeles, la mamá de Alfredo. 

Luego pasé una temporada en Ars Nova, la escuela de María Eugenia Atilano. Los profesores se esforzaban para exigirnos disciplina y entrega en la música. El camino sería largo.  

Había otro conservatorio en la Florida donde vi algunas clases de trompeta 
con el profesor Egon Albrecht. Y también con Enzo Villaparedes, trompetista de Desorden. 
No sé porqué escogí la trompeta como instrumento secundario. Era exigente al extremo.

Un día, varios nos fuimos a Berklee. Muchos amigos en la música fuimos a Boston. Bateristas, bajistas, guitarristas, pianistas, cantantes. Otros se convirtieron en productores e ingenieros de sonido. 
Fueron muchos cambios y todo muy rápido. Era fácil perderse y yo me perdí. 
Creo que siempre he estado perdido en la música. Dentro y fuera de ella.  


  

jueves, 22 de mayo de 2014

Los Pacos



Mi primer encuentro con los pacos fue un trauma. Obvio. ¿Quién iba a querer encontrarse a la PM? Venía solo en mi patineta, estaba a cien metros de la casa y me cerró el paso una patrulla de la Policía Metropolitana. Iban en un Ford, modelo 81, blanco, con el logo PM en las puertas. 
Se abrió la puerta trasera, se bajó un tombo gordísimo y de un empujón me lanzó contra el piso. Cuando me incorporé, ya el paco estaba de vuelta en la patrulla con mi patineta en su mano. 
Y arrancaron. Los pacos me habían tumbado. 

En ese momento tendría 13 ó 14 años. Desde ahí sentí gran desprecio hacia ellos. 
No recuerdo haberlos visto nunca ayudar a nadie. Eran unos malandros. 
Temo que eso no ha cambiado. Ahora son despiadados.
Seguramente, recibían maltrato y malos salarios. Hoy debe ser peor.

En otra ocasión, los pacos nos cayeron a Ernesto Braun y a mí en el lugar donde se construía el Centro Consolidado. Hoy se llama Corpbanca. Esa vez nos apuntaron con sus armas. 
Totalmente innecesario. Sólo para darnos un susto. 
Por suerte logramos volver a casa con nuestras patinetas. 

Pasarían unos años antes de lidiar con la GN. Fuimos a tocar en un bar cercano al Julius Pub, en Sabana Grande. Se llamaba la Cueva de Monterrey o algo así. Gustavo Atilano era manager de la banda. Tocaron una o dos bandas antes de nosotros. Cayayo era un menor y no debía estar ahí. 
No habíamos empezado y apareció la Guardia Nacional. Kike Poleo, Cayayo y yo nos lanzamos bajo la tarima y nadie nos vio. Se llevaron a todo el mundo a la jefatura del Recreo. 

Al día siguiente encontramos a todos bien. Había que estar pilas. 

martes, 20 de mayo de 2014

Otra Realidad

Carla me quería mostrar Brasil y fuimos a visitar en 2012. En ese viaje todo cambió. 

Se nos abrió la mente. Creo. 

Estábamos buscando colegios para mudarnos a Brasil. En esa búsqueda, le pedimos al taxista que se desviara y nos llevara por la playa de Recreio. Por una avenida que viene desde Barra y puede verse el mar durante kilómetros. Sin darme cuenta, me salieron algunas lágrimas. Y pensé en una suerte mejor para nosotros y los niños. 

En Venezuela estábamos a punto de perder la cabeza. Eso y otras cosas servirían de combustible para escribir las canciones de Otra Realidad.  

Pasaron unos meses y Carla me dijo: “mejor llama a Carlitos y a Fidel y aparten horas para grabar”. 
En febrero de 2013 empecé a grabar con Carlos Imperatori y Fidel Goa. En ese momento, había mucho trabajo en el estudio. Carlos estaba grabando algunas canciones con Luis de Los Mesoneros y   Rodrigo de Vinilo. Se llaman Araguato. 

Fidel estaba grabando algunas cosas para OneChot. 
Y los Charliepapa también estaban preparando un disco. 

En mi cabeza pensaba hacer un disco sólo con guitarra y voz. Carlos me demostró que las canciones podían mejorar con más instrumentación. Es bueno contar con la ayuda de un productor. Y la verdad, después de grabar algunos tracks de guitarra y voces de referencia, me encontré varias veces perdido. No conocía el camino. 

Por suerte, Carlos toca batería y guitarra. Le gusta probar con sonidos diferentes. Grabamos baterías, teclados, algunas guitarras y mi bajo Fender. Carlos se animó a grabar un solo de guitarra en “Infinito”. Esa canción se estrella al final. En el buen sentido de la expresión. 

También nos ayudó Mariana Serrano en algunas canciones. Su voz es peculiar. 
Un buen día terminamos de grabar todo. Estuve a punto de naufragar varias veces.
Llegamos a puerto. Carlos Imperatori y Fidel Goa no lo saben, pero me salvaron la vida. 


Después de ocho meses aquí, seguimos persiguiendo Otra Realidad. La búsqueda continúa.

sábado, 17 de mayo de 2014

Feels like making love




       Foto: Gloria Dostal Machnowski


Agarramos un vuelo y nos lanzamos a Miami. Para hacer unos shows durante el Winter Music Conference y tratar de colocar el nombre por allá. Creo que fue idea de Miguel. Había bandas de todas partes. Muchas de California. Nos encontramos a Alejandro caminando por ahí. En ese momento ya era manager de Fito. 

Hicimos un recital pequeño en la tienda Esperanto que había en Lincoln Boulevard. Fue un éxito y los peatones se detenían a escuchar la banda y comprar algunos discos. Fue un viaje relámpago y todo se hizo rápido. 

Miguel, Argel y yo nos quedamos en casa de un amigo de Miguel. Un buen pana que nos dio albergue por unos días. Selina y Cayayo se fueron a un hotel. Siempre estaban de luna de miel. Super happy los dos. En fin. 


Esa misma noche tocamos en un bar que se llamaba The Rose. Eran dos o tres bandas cada noche y shows de 40 minutos. Tuvimos suerte. Al encargado y al tipo del sonido les gustó Pan y repetimos al día siguiente. Siempre aparece la familia de Cayayo que está dispersa por el territorio americano. Y suelen ser los mejores fans. 

Luego tocó una banda de California. Casi todos mexicanos nacidos allá y una bajista americana. Ella me dijo una de las cosas más lindas que he escuchado al bajar del escenario: “It’s like you’re making love to your bass”. Sólo alcancé a balbucear: “Oh, thank you”. Esa noche servimos a la música y fue un logro. También el tipo del sonido se acercó a saludarnos. 

Pan estaba sonando bien y era un placer estar con ellos.    


miércoles, 14 de mayo de 2014

Manri



Manri nos ofreció su apartamento en Margarita. Mejor dicho, el apartamento de la familia. 
Son esos edificios en la vía hacia el hotel Concorde. Bartolo y Doña Felipa. Algo así.
Fue durante la administración de Gustavo Atilano, el manager de la banda en ese momento. 

Allá nos instalamos Manri, Alberto, Cayayo, Pablo y Silvia, Javier Roche, Gustavo y su chica del momento. Y luego llegarían miles. Edgar y su novia fueron a otro apartamento. 
Logramos acomodar a unas dieciocho o veinte personas. Todos en el piso de la sala y el resto en otra habitación. 

Manri era super buena onda y estaba al día con la música. 
Todo el día sonaba Bob Marley, The Clash, Depeche Mode, Smiths. Y Bowie acababa de sacar el disco “Tonight”. Canta esa canción con Tina Turner. “Everything will be alright, tonight”, dice la letra. Fue por ahí en 1984. 

El espacio en la cocina era mínimo. Decidí impresionar a todos con mi arroz integral con vegetales. 
El resultado fue incomible. Apenas dos personas corrieron el riesgo conmigo y luego botamos ese engrudo. La alimentación no era balanceada y no había horas para comer. 

Los horarios se cruzaban y era complicado organizar cualquier cosa. Sin embargo, empezamos a tocar en pizzerías y restaurantes de hamburguesas. Algunos amigos pasaban la noche con nosotros y había mucha rotación de huéspedes. Todo muy descontrolado. Era lo normal a esa edad y en ese ámbito. Digo yo. Estaba viviendo mis 17 años y Cayayo 16. 

Un buen día, Claudia e Isabel nos invitaron a mí y a Cayayo a dormir con ellas en su apartamento. Muy lejos de ahí. Love was in the air. Logramos sacudirnos el descontrol por un rato y acomodarnos felizmente con las chicas que tenían el poder. Carro y apartamento. 

“El señor Del Monte dice que ahora sí”, decía un comercial en la tele. Fue todo muy lindo hasta que en Caracas me rompió el corazón. A esa edad es así. Nadie sabe nada del amor. Nadie está preparado. Mejor no tener expectativas y no esperar nada a cambio. Todos terminamos con el corazón roto. Manri también. Nunca me pude despedir de él. Era un tipo especial. 



Día de las madres.


Mi mamá se llama Nelly Mathison. Sus papás fueron mis abuelos Alberto Mathison y la abuela Memela. Me cuenta mi mamá, que nació en los Jardines del Valle y creció entre esa urbanización y El Paraíso. Luego con gran esfuerzo, el abuelo Alberto compraría una casa bellísima en Altamira. Muy cerca de la montaña. Con ese gesto, el abuelo nos cambió la vida a todos. A mi mamá y sus hermanos. Y a mí y a todos mis hermanos. Nelly se casó joven. Seguramente, tuvo varios pretendientes. Las amigas amenazaban con quitarle al novio y se lanzó al agua. Más pronto que tarde se llenó de hijos. Ingrid, Iván, Christian, Adrián y Ervin. Pronto mi viejo se iría de la casa. El viejo Alfonso es un personaje. Nelly se ocupó de darnos lo mejor. Buenos colegios y amor incondicional. Trabajadora y encantadora. Siempre feliz y de buen ánimo. Cantando logró colocarme en la música. Afortunadamente, contó con buenos ayudantes a la hora de educarnos. Todos mis tíos, Schäfer y Mathison. Todos los tíos nos cuidaban y nos inventaban paseos. Cinco hijos pueden volver loca a cualquier madre divorciada. Sin duda, es una prueba divina. Debo haber hecho algo bueno en otra vida para merecer ser hijo de Nelly. Mis respetos y profunda admiración a todas las madres.
Siempre estarán más cerca de Dios. Amén. W

martes, 29 de abril de 2014

Pizza sin aceitunas


Juancho pidió una pizza con aceitunas y el encargado nos dijo: “La pizza de los músicos no lleva aceitunas”. Con la misma Juancho le respondió: “Sabes cómo es la vaina? Hoy no hay banda”. 

Fue la última vez que tocamos en Pida Pizza en Las Mercedes. Mejor dicho, esa noche no tocamos. 
Es parte del oficio. Hacerse respetar en un país donde nadie respeta a nadie. Lo mismo seguramente vivieron músicos como Pedro Castillo, Alvaro Falcón, Alexis Peña y nuestra querida Elisa Rego que también fue cantante en una banda de covers. Músicos con más trayectoria y más establecidos que nosotros. Sin embargo, el maltrato era igual para todos. A veces el encargado del local era un infeliz. Y también había que lidiar con empresarios miserables. En fin. 

A Juancho, Rafa Gómez y a Pablo Bencid los conocí en Ars Nova, la escuela de María Eugenia Atilano, en la Florida. María Eugenia y varios profesores se aseguraron de transmitirnos mucha disciplina. Logramos armar un set con canciones de Prince, Bob Marley, Lenny Kravitz, Black Crows y Pearl Jam entre otros. Rafa y Juancho se ocupaban de cantar y preparar los solos de guitarra. 
Pablo en la batería y yo en el bajo. Todos hacíamos coros. 

El circuito eran esos bares y restaurantes de las Mercedes. Pida Pizza, Mister Ribs, Dallas y también Weekends en Altamira. Los instrumentos salían de los locales cubiertos de aceite, pollo frito, alitas y cuanta vaina había en el menú. Todos los bares cambiaban de nombre. Así como también el país cambió de nombre. En un supuesto intento por mejorar, a todo se le cambiaba el nombre.

Nosotros éramos Big Tiger. Tuvimos la desfachatez de usar ese nombre porque era un tigre. Un tigre muy serio y ayudaba a poner plata en el bolsillo. Hasta servía para reparar el carro. Y ciertamente, ayudaba a pulirse en el oficio. En esos días no faltaba algún borracho insolente con ganas de cantar “Ciudad de la Furia” y otras de Soda. Había que dominar el carácter. Era casi un ejercicio espiritual. Por otro lado, creo que logramos un sonido decente porque aparecían algunos fans y groupies

A la música hay que dedicarle horas y más horas. Todos lo sabemos. 

Los dueños de locales y empresarios no piensan en esto. Ni por accidente. No se les ocurre. Ignoran la dedicación de los músicos. Cuidamos nuestros instrumentos, estudiamos escalas y arpegios. Y preparamos un repertorio para luego oír: “La pizza de los músicos no lleva aceitunas”. Rgación...





lunes, 28 de abril de 2014

Subtítulos

Fui con Cayayo a una entrevista en la Mega para hablar sobre la segunda tanda de Miércoles Insólitos. Fue en noviembre de 1999. Luego lo dejé en su casa y me fui a dormir. 

Al día siguiente me llamó Gustavo y me dijo que estaba en la Clínica Ávila. Luego de colgar,
bajé a la calle a beber agua y todo me parecía ajeno. Como si nada de esto estuviera ocurriendo en realidad. 

Nacho me vio llorando. Me dio un abrazo y me dijo: “Sé que Cayayo era tu hermano”. 
Luego en el cementerio, también Neil me dio un abrazo y me dijo que Cayayo estaba bien. 
Que me calmara un poco. 

Recientemente me he encontrado con esta frase: “El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional”. 

Ese día todos sentimos mucho dolor. Especialmente su familia cercana, su mamá y Selina. 

Su ausencia me afectó en ese momento y durante mucho tiempo. Aún lo extraño.
Uno no supera esas cosas. De alguna manera aprendemos a vivir sin los que se han ido.

Ahora puedo ver que mi sufrimiento era una mezcla de varias cosas. Era frustración por no haber sido mejor amigo y haber conversado más con Cayayo. Sin juzgarlo. Debí ser más incondicional con él y aceptarlo como era. Era un super pana y siempre estaba feliz. 


Un tiempo antes, habíamos ido con los Pacífica a tocar a Coro. Nos enviaron un microbús para todos los músicos y técnicos. Tocamos en un bar en Punto Fijo y en club familiar para empleados de la industria del gas. Por la carretera iba todo el mundo oyendo los cuentos del Conejo y de Claudio Leoni.

La pasamos super bien y fue un viaje maravilloso. Siempre es bueno agarrar carretera con otra banda. 


En la iglesia


Para mi sorpresa, se estaba realizando un bautizo. 

Eran entre las 8:30 y 9am. Entré a la iglesia y me senté a unos treinta metros del cura y la sacristía. Creo que sólo se encontraban presentes los papás del niño y los abuelos. También los padrinos estaban ahí.  

Entré en mi personaje. Me puse de rodillas y empecé a rezar. En mi cabeza había un plan perverso y quería impresionar a mis nuevos amigos. Esto sería una manera de lograr más aceptación y demostrar que estaba dispuesto a cualquier cosa.

Nadie podía sospechar. Llevaba puesto el uniforme con el emblema del colegio. Estaba en segundo año. Apenas terminaron de bautizar al niño, los padres y familiares empezaron a caminar hacia la salida de la iglesia que da para una terraza y de ahí bajan unas escaleras hacia la calle. Esa es la salida posterior. Y la iglesia debe tener unos doscientos metros de largo desde la sacristía hasta esa puerta. Vi que el cura y su monaguillo se retiraban a la sacristía. 

Me puse de pie, fui al lugar que ocupan los músicos y me dispuse a cargar con el amplificador de guitarra. Para mi sorpresa, el Peavey pesaba una tonelada. Era de esos amplis con dos speakers de 12 pulgadas y pude ver el tamaño de los magnetos. 

Para ese entonces yo ni pensaba en hacer ejercicio. Sería un milagro cargar ese ampli y salir de ahí. Lo levanté con mucho esfuerzo y empecé a caminar hacia la salida posterior. 

Alcancé a la familia y ni voltearon a mirarme. Pensarían que se trataba de algún estudiante con su amplificador de guitarra. O quizás no pensaron nada. 

El cura y el monaguillo jamás me vieron. Nadie sospechaba de mí. Salí a la terraza y bajé las escaleras hacia la calle. Crucé la avenida San Juan Bosco en dirección hacia el colegio María Auxiliadora. Donde me esperaba otro milagro. 

Por esa calle transita poca gente a esa hora. Es una calle que bordea una plaza y me lleva a la cuarta avenida. Llegué a la esquina y pude ver que venía pasando una camioneta del vivero que está en la parte sur del colegio Maria Auxiliadora. Los jardineros vieron el esfuerzo que estaba haciendo y con una sonrisa ofrecieron llevarme. 


Me senté con ellos en la parte posterior y me dejaron una calle más arriba, en la séptima transversal. “Gracias”, les dije. 

Ahí bajé de la camioneta y empecé a caminar ya sin aliento a casa de Miguel. Sabía que podía contar con su ayuda. 
Años después me arrepentiría de esto y llevaría de manera anónima un ampli de bajo para la iglesia. Nunca me confesé. Sólo el Creador conoce mis pecados.  



viernes, 25 de abril de 2014

Veneno

Creo que a todos nos dieron un veneno. Veneno traído de Cuba. Lo que produce es una gran ceguera. Y acaba con amistades, matrimonios, familias y países enteros. Y destruye la felicidad. 

Venezuela solía ser hasta hace algunos años un país feliz. 

Nos dio todo y nos sigue dando todo. Alguien contaminó nuestro suelo con hambre, desesperación y tristeza. 

Acabó también con nuestra moneda. El Bolívar ya no vale nada y prostituyeron su nombre. 

Ahora el mismo veneno acaba con la vida de venezolanos. La vida que es nuestro único tesoro. Lo único que tenemos para transitar este mundo y aprender los que nos toca aprender. 

Los venezolanos, especialmente los estudiantes, se enfrentan a un monstruo. Un ser humano sin alma. Incapaz de sentir compasión. Una momia viviente. Su nombre es Fidel Castro y vino a quedarse con todo. 

Esa momia acabó también con la felicidad de los cubanos. Ahora intenta quitarnos la felicidad y quitarnos la vida. Porque la vida sin felicidad no es vida. 

Maduro también bebió del veneno. Olvidó cuál es su país. Se olvidó de Venezuela y de todos. De su boca sólo salen las mentiras que Fidel sembró. 

Cada día que pasa los venezolanos vemos la miseria que nos rodea. Está pasando el efecto del veneno que nos tenía ciegos. 

Ojalá que sea pronto y que no se nos vaya la vida. Que Dios nos acompañe a recuperar nuestra felicidad. Nuestro país. Amén. 

Y tú, Maduro, show me the money. Wincho


Fasten your seatbelts.



En noviembre de 1986 subimos a un vuelo de Iberia para tocar en un primer encuentro de rock iberoamericano en Madrid. 

Nos seleccionaron (a los SM), para abrir el show de Charly García y el Ultimo de la Fila. 


Fuimos invitados por Miguel Ríos y Carlos Narea. Pronto nos tocaría aprender una lección para toda la vida. O varias. 


Nos esperaban ocho o nueve horas de vuelo acompañados de una comisión de Acción Democrática que se dirigía a Santa Cruz de Tenerife a inaugurar una biblioteca para rendir homenaje a Rómulo Gallegos. Eran los tiempos de Jaime Lusinchi y Blanca Ibáñez. 


Apenas abordamos, ya todo sonaba como ese merengue de Javier Dominguez "Curda y Perico". Puedo asegurarles que todos los miembros del partido que se encontraban abordo estaban completamente ebrios. Pude contar a unas cuarenta (40) personas.


Todos vestían un conjunto safari muy ochentoso. En color marrón, estilo funcionario público y sus respectivas insignias de AD. Luego empezaron a entonar el himno de su partido. 


Cayayo intentó en vano razonar con una señora sentada a nuestro lado y sin querer queriendo, la señora derramó su whisky sobre nosotros. 


La tripulación de Iberia se vio forzada a cerrar el bar y aún no habíamos despegado. 


Lo alarmante es que ya pasaron casi 30 años de este incidente. 


Un país completo no logra despegar. Y por alguna razón misteriosa seguimos contando con funcionarios públicos de escasa o ninguna calidad humana. 





Personal Jesus.






Aterrizamos en JFK para hacer un vídeo de Payaso en NY con ayuda de Juan Carlos. 

Calculo que fue en 1990 porque en el hotel siempre veíamos el vídeo de Personal Jesus de Depeche Mode. 

Me había distanciado del resto de la banda por diferencias que tuvimos mientras grabamos 
“Sin sombra no hay luz”.  

Me encontraba listo para abandonar. No me sentía feliz.
 
Alberto estaba estudiando en Berklee y había dejado la banda hacía poco. 
Sebas no tenía mucho tiempo con nosotros. En fin, muchos cambios. 

Erika Tucker fue con su equipo a entrevistarnos en NY. Venezolana de Televisión era un canal serio y bien establecido. Había producción de TV y de buena calidad. Muy decente. 

Al salir de JFK, nos esperaba una limo con flores para Helena. Rodven y Carlos Sánchez nos dieron tratamiento de estrellas. Pagaron por nuestra estadía. Una semana o más en el Washington Square Hotel. 

Luego supe que Hendrix había dormido en ese hotel en otra época. 

Y de alguna manera milagrosa logramos tocar una noche en el CBGB junto a una banda de reggae y unos metaleros que tocaban muy bien. 

Cuando uno tiene acceso a esa clase de vida a los 23 años de edad, el ego está muy presente y listo para colocar su trampa. Ahora tengo 46 y mi ego no deja de colocar trampas. 

Aún así, le doy las gracias por sacarme del camino. 





Cuando pierdo la fe en mí y en mis colegas, todo se derrumba. Nada que negociar. Al poco tiempo dejé la banda. “Vayan buscando un bajista”, le dije a todos y abandoné mi último ensayo con SM.